El Neolítico: habitar con la naturaleza.
Un legado ancestral en Andalucía
Hace miles de años, la humanidad tenía que conocer y observar con atención los ciclos de la naturaleza para así comprender su entorno y esto determinaba la diferencia entre la vida y la muerte. Este estudio minucioso y paciente marcó el inicio de un conocimiento que trascendería generaciones. Fenómenos como los solsticios y equinoccios, puntos clave en el movimiento del sol, ya se sabían trazar al milímetro en aquellas culturas del Neolítico. Este legado, nacido de la pura observación y transmisión de lo que se aprendía, también muestra la capacidad de los primeros seres humanos para integrar la naturaleza en su vida espiritual.
El proceso de neolitización fue un periodo de grandes cambios que marcó el paso de un estilo de vida basado en la caza y la recolección nómada a una vida más sedentaria. Este cambio trajo consigo el desarrollo de la agricultura, la cerámica y los primeros asentamientos humanos.

Los granos y frutas recolectados necesitaban almacenamiento, lo que impulsó la creación de vasijas y estructuras más estables.
Sin embargo, estos asentamientos no siempre eran permanentes. Las comunidades podían trasladarse debido a cambios climáticos, sequías o inundaciones, o incluso por el descubrimiento de zonas más fértiles. Estas migraciones y adaptaciones reflejan una relación dinámica con la tierra.

El simbolismo de la luz y los rituales del solsticio
El solsticio de invierno, el momento en el que el sol alcanza su punto más bajo en el cielo, ha estado unido a significados culturales y espirituales a lo largo de la historia. Para las primeras comunidades, marcaba un momento de renovación y esperanza, cuando los días comenzaban a alargarse y la luz volvía. Este simbolismo de la luz, como fuente de vida y guía espiritual, se refleja en los rituales y mitologías de numerosas culturas.
Personalmente diciembre es un mes especial, no solo por las fiestas familiares y el cierre del año, sino también por este momento único en el que la naturaleza nos recuerda el inicio de un nuevo ciclo.
Mi historia personal está profundamente unida a un profundo interés por el Neolítico. Tanto Irlanda como Andalucía son tierras llenas de asentamientos de este periodo histórico. Mi madre, irlandesa, me inculcó el amor por la historia y la naturaleza durante los veranos que pasé cerca de Dublín, y muy muy cerca del maravilloso Newgrange, un dolmen del 3200 a.C.

Este impresionante monumento situado junto al río Boyne, fue construido con piedras traídas por este cauce y orientado específicamente para que, durante el solsticio de invierno, un rayo de sol ilumine su cámara interior.
Tuve la suerte de visitar Newgrange en múltiples ocasiones de niña y adolescente. Para mí, el verano en Dublín estaba unido a ir a Newgrange. ¡Me encantaba! Dentro de la cámara me sentía unida a la tierra, a nuestros ancestros, a su forma de comprender la tierra y la naturaleza. Había una vibración especial. Pero es que la hay en todos los dólmenes y lugares neolíticos.
Actualmente, por cuestiones de conservación, ya no se puede entrar y se ha construido una réplica muy real que permite comprender bien este espacio tan único. Aunque nunca he presenciado el sol iluminando la sala en el solsticio, sí he vivido las recreaciones, una experiencia emocionante que revela la maestría y la sensibilidad de estas antiguas comunidades por y para la luz.
Desde hace años, las autoridades del patrimonio irlandés, decidieron hacer un sorteo para que los días 20, 21 y 22 de diciembre, un pequeño grupo de afortunados puedan entrar y, si no está nublado, estar en la cámara interior cuando ese rayo tan impresionante penetra a primera hora de la mañana.
En 2020, durante la pandemia, este momento del solsticio de invierno fue retransmitido online, permitiendo que personas de todo el mundo experimentáramos un instante de conexión universal.
Desde mi casa en Granada, sentí la magia de Irlanda y la unión que estos rituales todavía pueden generar en nuestra era moderna. Fue realmente emocionante, casi podía oler el ambiente y sentir el frío y la humedad. Y no me averguenza reconocer que una lágrima de emoción cayó por mi mejilla. Podéis ver en el vídeo, a partir del minuto 15, lo emocionante que es.
La riqueza neolítica de Andalucía
Andalucía guarda un tesoro neolítico sorprendente, aunque muchas veces desconocido incluso para los propios habitantes de la región, porque siempre se destaca más otras épocas. Esta tierra fue un enclave importante durante este periodo, albergando una gran variedad de asentamientos y culturas. Cada una de estas comunidades desarrolló tradiciones únicas en la cerámica, el almacenamiento de alimentos y los rituales, reflejando una relación íntima con la tierra y sus ciclos.
Mi fascinación por el neolítico está influida por mi experiencia en Irlanda. Esa conexión me ha llevado a estudiar en profundidad culturas como la del Argar, que ofrece una ventana única al pasado de la región.
Entre los ejemplos más destacados de la arquitectura neolítica en Andalucía, y uno de mis espacios más queridos, se encuentran los dólmenes de Antequera, un conjunto monumental que incluye el Dolmen de Menga. Este dolmen, a diferencia de otros que están orientados hacia el solsticio o el equinoccio, mira hacia un hito paisajístico conocido como el "gigante dormido" o "la mujer dormida", una montaña que se asemeja al perfil de un rostro humano.
Este detalle refuerza la idea de que los antiguos habitantes no solo observaban el cielo, sino también el paisaje terrestre para elegir lugares con un significado especial. Otro de los dólmenes de este conjunto, está orientados hacia el Torcal, la Sierra Sur de Antequera, una zona rica en caliza y muy buena para la caza, que probablemente tenía un valor simbólico para estas comunidades.
Me gusta incluir los dólmenes en mis visitas porque entrar en ellos es realmente una experiencia muy especial. Saber que uno está en un espacio construido con intención simbólica y espiritual, os aseguro que emociona. No sé cuántas veces he podido entrar a un dolmen, pero siempre que vuelvo a entrar, me siento muy pequeña y me emociono, casi diría que hasta vibro con el lugar, porque me siento conectada con todos nuestros ancestros y su legado.
La fascinación por los dólmenes y los rituales neolíticos no es solo una mirada al pasado, sino que debería ser también una reflexión sobre nuestra falta de conexión actual con la naturaleza y los ciclos que nos rodean.
Ya sea en Newgrange o en Antequera, estos monumentos nos recuerdan la importancia de observar nuestro entorno, sin prisa, con paciencia.
Cada solsticio de invierno sigo celebrando esta herencia, me conecto a la web para ver en directo Newgrange, esperando con ansias ese rayo de luz que simboliza un nuevo comienzo, al igual que lo hacían nuestros ancestros hace miles de años.
¿Te ha fascinado este viaje por la simbología del neolítico y su conexión con la naturaleza? Si es así, aún tengo más que contarte.
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