Jaén y su catedral, la luz de Vandelvira en el corazón de Andalucía.
Jaén, ciudad de umbrales.
Jaén suele ser una ciudad de paso.
Una puerta entre el norte de Sierra Morena y el valle del Guadalquivir.
Pero para quien sabe mirar, Jaén es mucho más que una parada en el camino.
Es un umbral entre dos realidades: entre Castilla y Andalucía, entre la meseta y la montaña, entre la memoria andalusí y el esplendor del Renacimiento.
Sus colinas infinitas cubiertas de olivos, ese mar vegetal que define toda la provincia, se ven interrumpidas solo por los campanarios de sus pueblos, y sobre todos ellos, la gran catedral de Jaén. Un edificio que no solo domina la trama urbana, sino que enseña.
Una lección magistral de piedra, de luz y de cómo la arquitectura puede transformar un paisaje… y una ciudad.
En mi opinión, es una de las mejores catedrales que podemos visitar no solo en España, sino también en Europa.
Orígenes, una historia construida por capas.
Como tantas otras catedrales andaluzas, la de Jaén se levanta sobre una historia superpuesta.
Cuando la ciudad fue conquistada en 1236, la antigua mezquita aljama fue consagrada como catedral.
Pero no fue hasta el siglo XVI cuando se empezó a concebir un proyecto mucho más ambicioso: una catedral renacentista que reflejara la nueva realidad de la ciudad.
Mientras en Córdoba los intentos de sustituir la mezquita se detuvieron por la sacralidad de los enterramientos (dando lugar a esa maravillosa Mezquita Catedral que tenemos), en Jaén se apostó por una reconstrucción total.
Era un momento de transición, en el que se empezaba a dudar de seguir reutilizando estructuras islámicas como templos cristianos, y se abría paso una nueva estética. Más ligada a la luz, al color y a la claridad del Renacimiento.
Y Jaén, que llevaba siglos siendo frontera, quiso al fin mostrarse como ciudad central dentro del Reino de Castilla. El encargo de la catedral fue toda una declaración de intenciones.
No se trataba solamente de levantar una catedral, sino que esta debía ser un símbolo de prestigio, de modernidad, de ambición.
Y para ello, eligieron a un arquitecto que no era todavía el más conocido, pero sí el más visionario: Andrés de Vandelvira.
El genio de la luz y la proporción.
Vandelvira nació en 1509 y murió en Jaén en 1575.
Se formó en el ambiente humanista del Renacimiento y dejó huella en proyectos clave en Úbeda y Baeza (ciudades que hoy siguen siendo referentes del clasicismo y del renacimiento arquitectónico andaluz)
Era un arquitecto con una gran capacidad técnica y una imaginación desbordante, capaz de pensar con rigor matemático y sensibilidad artística a la vez.
Lo que hace única su obra no es solo su conocimiento del lenguaje renacentista, sino su adaptación al territorio.
Vandelvira no copia modelos italianos. Los transforma. Coge el lenguaje renacentista y le da unas condiciones específicas de su región.
Integra la intensidad de la luz mediterránea, la tradición constructiva local y hasta la memoria andalusí en sus espacios.
En Jaén, todas esas ideas se condensan en una obra excepcional.
Una catedral proyectada para la luz y la unidad.
La obra comenzó en 1551 y se extendió durante dos siglos.
Y sin embargo, la unidad estilística se mantuvo intacta, lo que demuestra hasta qué punto la idea original era sólida, coherente, luminosa.
Los arquitectos que continuaron la obra respetaron tanto el diseño de Vandelvira que apenas introdujeron cambios.
La catedral se concibe con tres naves de igual altura, lo que genera una sensación de amplitud y claridad muy poco común en la arquitectura española del momento.
Y ahí es donde la luz se convierte en un material más.
Vandelvira abre grandes ventanales orientados al este para que la luz de la mañana inunde el espacio, resbale por los pilares cruciformes y se refleje en la piedra clara.
Los estriados de los pilares acentúan los volúmenes y las bóvedas se iluminan con una geometría que no solo se ve: se siente.
La cúpula en el crucero se convierte en un escenario donde arquitectura y luz dialogan en armonía.
Todo (a proporción de los arcos, el ritmo de los pilares, la claridad de las superficies) genera una atmósfera de solemnidad serena, pero también dinámica.
Es una catedral pensada para ser recorrida.
Para ser vivida a lo largo del día, y muy especialmente por la mañana.
No es lo mismo entrar a primera hora que al mediodía. La luz la transforma. Y con ella, nuestra experiencia del espacio.
Más que arquitectura, una declaración.
La catedral de Jaén no es solo un edificio.
Es una declaración de principios.
Una síntesis de herencias medievales andalusíes y aspiraciones renacentistas.
Un símbolo de fe en la razón, en la armonía, en la belleza como acto de civilización.
La figura de Vandelvira va mucho más allá de lo local.
Sus obras en Úbeda y Baeza, como la Sacra Capilla del Salvador o la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, comparten esa misma mirada: la búsqueda de una belleza construida con proporción, luz y respeto por la tradición.
Pero en Jaén alcanza su madurez.
Su obra se vuelve total, viva, poderosa.
Un lugar para quien sabe mirar.
Siempre digo que Jaén es para quien sabe mirar.
Y su catedral, para quien sabe detenerse.
Porque recorrer sus naves, observar cómo la luz se posa en los pilares, cómo el espacio se abre y respira, es recibir una lección de arquitectura viva, in situ.
Andalucía está llena de monumentos grandiosos.
Pero un trocito de mi corazón está en la catedral de Jaén.
Por su pureza.
Por su unidad.
Por su luz.
Allí se mezclan la herencia de al-Ándalus, el sueño del Renacimiento, la innovación, la claridad.
Todo, en un edificio que no te abruma, sino que te invita a callar, mirar y contemplar.
Si quieres comprender Andalucía no como un decorado turístico, sino como una realidad profunda, compleja y fascinante, entonces Jaén y su catedral son imprescindibles.
Y si te emociona la arquitectura, aún más.
Porque este lugar no solo se visita.
Se siente.
Y con Vandelvira, se conversa.
Espero que te haya gustado esta inmersión en la provincia de Jaén y en su catedral.
Con cariño,
Blanca.
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Maravilloso artículo sobre la única catedral de España rodeada de balcones. Jaén es la provincia más desconocida de Andalucía, parece la menos atractiva por su mesura, pero es una provincia rica en muchas cosas, sobre todo en lo que tiene que ver con la agricultura y la ganadería, y por su puesto en cultura. Úbeda y Baeza son un claro ejemplo, que además de ser conjuntos monumentales, tienen también que ver con Vandelvira pues el convento de San Francisco es una de las obras claves de este Arquitecto. Y mucho que ver conmigo, pues mi apellido LORITE proviene de la provincia de Jaén y de una curiosa historia que ocurrió en la localidad de Lupión, y también hay una pequeña población que lleva este apellido, pero ya en el Sur de la provincia de Córdoba, en la zona que ambas provincias comparten del Parque natural de las Sierras Subbéticas. Excelente relato el tuyo sobre la Catedral de Jaén.